Es necesario identificar con claridad nuestros aprendizajes que transitan entre el acierto y el fracaso.¿Cuál es el real alcance de nuestra incidencia?, sabiendo que no todas las acciones que realizamos son provocadoras de incidencia. No es posible cambiar o transformar la agenda internacional si somos incapaces de incidir en las agendas locales y nacionales.
Durante años las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) luchan para conseguir una legislación en sus respectivos países que reconozca su contribución a la construcción democrática de la sociedad y que posibilite el acceso a recursos públicos para realizar actividades de interés público.
El financiamiento climático es una de las dimensiones en las que también debiéramos detenernos. En la COP20, fue unánime el pedido a los gobiernos de los países industrializados, para adoptar compromisos concretos de incremento de sus aportes al fondo del financiamiento climático.
En definitiva, las estamos invitando a construir un fondo autónomo y sustentable, con el aporte básico de las empresas públicas que actúan en nuestra región, de los gobiernos y de la cooperación internacional, para financiar el empoderamiento, y la autonomía de las mujeres, bajo el objetivo de profundizar la democracia, efectivizar los derechos humanos, promover la igualdad y el diálogo intercultural como uno de los ejes estructurantes de la política de integración regional latinoamericana y caribeña.
En la actualidad están surgiendo nuevas alternativas potenciales en las cuáles un segmento del sector ONG consideran puede ser una solución futura a la dependencia de la cooperación llamada tradicional. En este marco hay un mayor acercamiento a una diversa y frágil cooperación Sur-Sur que aún no tiene establecido claramente cómo crear una institucionalidad para dar atención a propuestas surgidas desde las organizaciones sociales y pueblos indígenas.
La esperanza que tiene Colombia de alcanzar un posible acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC es la mayor oportunidad que tenemos. Debemos seguir aportando durante el postconflicto y en la consolidación de una paz verdadera y sostenida en los territorios.
En sus inicios, varias organizaciones no gubernamentales fueron concebidas como instrumentos de lucha por la democracia y por la libertad, e iniciaron su camino de la mano de distintas fuentes de financiamiento y ONG europeas comprometidas con causas socioeconómicas y políticas en Bolivia y otros países de la región latinoamericana.
El mundo de las organizaciones sociales en América Latina es un mundo muy diverso y muy complejo. Hay una cantidad de organizaciones que tienen gran visibilidad, tienen estrategias de “márketing” y recursos para el “foundraising”. Sin embargo, este mundo que es el más visible y conocido, es pequeño numéricamente hablando respecto del entramado profundo y amplio de las organizaciones sociales que tienen fuerte anclaje en el territorio y realizan multiplicidad de tareas con un fuerte compromiso con las comunidades.
Las OSC enfrentan a nivel internacional una situación cada vez más complicada en la que crecen las dificultades y se suman los obstáculos para su acción. Ante ello articulaciones como la Alianza de OSC para la Efectividad del Desarrollo (AOED) pueden ayudar a recoger evidencia y movilizar acciones ante gobiernos nacionales y foros internacionales para defender su derecho como actores del desarrollo y la democracia.
La trayectoria de un conjunto de organizaciones civiles en nuestro país, para conseguir su reconocimiento como actores sociales-políticos y de interés público, ha seguido una larga, compleja y desigual ruta, que en buena medida estuvo determinada o influida por el contexto político nacional e internacional.